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architexts ISSN 1809-6298


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português
100 anos de nascimento de Carlos Raúl Villanueva, famoso arquiteto venezuelano e autor da Cidade Universitária de Caracas

english
100 years of birth of Carlos Raúl Villanueva, famous venezuelan architect and author of the City University of Caracas

español
100 años de nacimiento de Carlos Raúl Villanueva, arquitecto venezolano famoso y autor de la Ciudad Universitaria de Caracas


how to quote

SÁNCHEZ SILVA, Isabel. Villanueva. Modernidad y trópico. Arquitextos, São Paulo, año 04, n. 043.01, Vitruvius, dic. 2003 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/04.043/624>.

Carlos Raúl Villanueva nació en Inglaterra en 1900; su padre era diplomático, su abuelo, médico y apasionado de la historia. Sin otros antecedentes en la familia, su hermano mayor Marcel decide estudiar Arquitectura, en la Escuela de Bellas Artes de París. Al tiempo Carlos Raúl sigue sus pasos e ingresa en la misma escuela; a partir de este momento la Arquitectura pasaría a ser la pasión de su vida. Luego de concluir sus estudios, los hermanos toman caminos muy distintos: Marcel ejercerá la arquitectura en los Estados Unidos, en cuanto que Carlos Raúl decide volver a Venezuela, y comenzar allí su vida profesional.

Hacia el año de 1920, cuando se inicia su formación académica, se estaban gestando en Europa, las vanguardias artísticas que más adelante le serían muy próximas. Sin embargo, por esos años la escuela de Bellas Artes de París permanecería fiel a su tradición académica; y  es así como la formación de Villanueva se realizará dentro de los cánones de esta tradición.  Entre las influencias que recibió Villanueva durante sus años formativos cabe mencionar al arquitecto Auguste Perret, quien fue su  maestro y amigo. Gracias a él, el joven estudiante adquirió sus primeros conocimientos acerca del uso de un nuevo sistema constructivo, el concreto armado, del cual Perret es pionero. Este material, más tarde jugará un papel fundamental en su arquitectura.

En 1929, tras concluir sus estudios, y trabajar brevemente en Francia y Estados Unidos, Villanueva llega a Venezuela. En la Venezuela de aquel entonces las obras civiles eran realizadas gracias al oficio de los ingenieros, y poco se sabía del trabajo de los arquitectos. Sin embargo, la situación cambiaría; la arquitectura venezolana estaba por abrirse paso de la mano de varios arquitectos que, como Villanueva, se habían formado en el exterior. La ciudad de Caracas, con su violenta luz y su densa vegetación, se convertiría en el escenario donde realizaría la mayoría de sus obras.

"El arquitecto", como le gustaba nombrarse a sí mismo, concibe y realiza en Venezuela una obra moderna de gran trascendencia. Tal es su valor que  recientemente, la Ciudad Universitaria de Caracas,  una de sus proyectos más emblemáticos, ha sido declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco. Este reconocimiento ha sido  motivo de gran satisfacción entre los conocedores de la obra de este arquitecto latinoamericano, pues esta singular obra había pasado mayormente inadvertida, a pesar de su calidad y de las valiosas obras de arte que alberga. La ciudad Universitaria de Caracas, reúne valores plásticos y arquitectónicos de indudable significación hasta ahora ignorados y apenas reseñados a nivel mundial. Algunos críticos de reconocido prestigio como Benévolo, Lampugnani, Pevsner, y, más recientemente,  Curtis, Frampton y Montaner se han referido aunque  brevemente a esta obra. Sin embargo, las editoriales dedicadas a la divulgación de la arquitectura (que en su mayoría son sellos europeos, norteamericanos, y, más recientemente, japoneses), obvian, salvo contadas excepciones, la arquitectura de los países periféricos, es decir aquella que se realiza fuera de los circuitos consabidos. De allí la sorpresa que causa la Ciudad Universitaria a los visitantes extranjeros y que se debe, sin duda, a la escasa difusión de la obra de Villanueva fuera de Venezuela.

La arquitectura de Villanueva se encuentra inmersa en  el movimiento moderno; durante años estudia con fervor los escritos y la obra de Le Corbusier, a quien conoció personalmente: “En las oportunidades que tuve el honor de tratarlo y conversar con él, salí siempre impresionado por la claridad de sus conceptos” (1). Entre otras cosas el arquitecto venezolano admiraba el talante de su colega francés para enfrentar la adversidad. Villanueva también sigue con atención los postulados y las obras de la vanguardia europea, que se desarrolló entre los años 1917 y 1933, período que Alison y Peter Smithson describirían como "el período heroico de la arquitectura moderna". En este tiempo surgirían las propuestas de los neoplasticistas holandeses, la Bauhaus, los contructivistas rusos, entre otros. Cada movimiento emergía con asombrosa radicalidad. Sin embargo, las guerras impidieron que en Europa, las propuestas vanguardistas se llevaran a la práctica. Posteriormente, la escasez y las condiciones económicas retardaron el proceso de reconstrucción. En el campo de la arquitectura los esfuerzos se orientaron a lo más urgente. Los vanguardistas no tuvieron más remedio que postergar indefinidamente la realización de sus ideas. Por ejemplo, algunos de los fundadores de la Bauhaus se vieron obligados a emigrar, principalmente a América. Los constructivistas rusos tuvieron que trabajar bajo la tutela estatal, y sus ilusiones de que la arquitectura era un medio de transformación de la sociedad, se vieron ahogadas por el realismo socialista. En París, pese a la fogosidad de Le Corbusier, lo moderno incidió muy poco en la vida de la ciudad y edificios emblemáticos como  la  Maison de Verre de Chareau,  la  Villa Roche y otros edificios de Le Corbusier, pasan prácticamente inadvertidos en la ciudad.

En Latinoamérica, por el contrario, la modernidad entró de lleno, para bien o para mal, como bien indica Sybil Moholy-Nagy, hija del famoso Lazlo Moholy-Nagy, de la Bauhaus, y la primera en realizar una monografía de Villanueva en 1964, refiriéndose a la modernidad: Desde los cincuenta América Latina (especialmente México, Brasil y Venezuela) ha alcanzado un lugar prominente en la arquitectura, con base en las inteligentes variantes aportadas a una revolución en el campo del diseño que en Europa comenzara treinta años antes. Los arquitectos vanguardistas no se contentaron con la realización de obras aisladas” (2). La modernidad llegaba tarde a Latinoamérica pero encontraría un territorio con posibilidades insospechadas.

Antes de hablar de la Ciudad Universitaria es necesario comentar las circunstancias que permitieron la construcción de esta obra.  A finales de los cuarenta, la población de Caracas comienza a crecer. El fenómeno de inmigración del campo a la ciudad y las políticas de inmigración promovidas por el gobierno (Venezuela recibió durante los cincuenta grandes contingentes de emigrantes europeos) originó acelerado crecimiento y una demanda creciente de obras civiles que propició el auge de la arquitectura. Paralelamente, Venezuela comenzaba a disfrutar de la bonanza económica que trajo consigo el petróleo.  A partir de este momento se inicia un periodo en el que se realizarán grandes obras de infraestructura y de arquitectura. Los arquitectos tendrán la oportunidad de realizar proyectos de dimensiones considerables. Carlos Raúl Villanueva encontrará en este auge su momento y su lugar.

La realización de una obra de la magnitud de la Ciudad Universitaria hubiera sido imposible sin los recursos que derivaron de la explotación petrolera. La idea de una ciudad universitaria de nueva planta, tiene antecedentes en otras ciudades universitarias de Latinoamérica; en la de Rio de Janeiro, en 1936, con un primer plan maestro de Le Corbusier, quien llega a Brasil con la esperanza de realizar grandes proyectos que al fin resultan en decepciones. Y en la de Ciudad de México, donde se intenta con resultados muy distintos combinar, arte y arquitectura y que se desarrolló paralelamente a la de Caracas. Villanueva tuvo la suerte de poder llevar a cabo, él mismo, prácticamente la totalidad de la obra. Fueron veinticinco años de dedicación continua. El legado es considerable: unos cuarenta edificios, incluyendo algunos de indiscutible complejidad como el Aula Magna y la  Plaza Cubierta. Estos espacios reúnen una colección de arte moderno sin igual, puesta en escena de manera ejemplar y única a la fecha, donde el más fino trabajo de integración de obras y espacios, toma forma definitiva. La Ciudad Universitaria de Caracas es un testimonio inédito, donde se hace realidad la integración de las artes, y se conjuga modernidad y trópico en una abierta y triunfante totalidad.

Villanueva convocó a artistas plásticos extranjeros del más alto nivel, que aceptaron de buena gana y se involucraron en el proyecto, con curiosidad algunos, con incredulidad otros. No estaba demasiado  claro como esta obra tan increíble pudiera llevarse a cabo en un país para la mayoría de ellos desconocido.

Por otra parte, hay que mencionar que Venezuela vivía por aquel entonces un período de dictadura militar, con el consiguiente clima de ausencia de libertades y represión.

Aunque Villanueva había comenzado la Ciudad Universitaria con el gobierno democrático que antecedió a la dictadura, no ve interrumpido su trabajo con el advenimiento del gobierno militar. La ciudad universitaria fue incluida dentro del vasto plan de obras públicas, que el nuevo gobierno emprendería como una manera de lograr reconocimiento y prestigio. No había tiempo para dudas, Villanueva debió someterse a duras exigencias para  llevar a cabo esta titánica obra. La presión era una constante, la obra del conjunto central debía esta culminada para una fecha fija, y parecía imposible lograrlo. Villanueva cumplió con el plazo establecido lo que le mereció el calificativo de "el Diablo", que cariñosamente le pusiera Alexander Calder, el escultor con quien hizo una gran amistad a raíz de su participación en el proyecto. Afortunadamente, el arquitecto tenía la virtud de superar los problemas que día a día el medio venezolano le imponía.

Aunque los postulados de las vanguardias europeas gravitaban en el pensamiento de Villanueva, hasta 1934 su trabajo sigue las pautas de la escuela de Bellas Artes de París. Finalmente tuvo la oportunidad de poner en práctica sus ya asimiladas ideas modernas con la construcción de su propia casa. El joven arquitecto proyecta una casa tan radical que fue incompatible con la vida familiar como nos comenta Paulina, hija del maestro. Era más "un manifiesto" que una casa. La extrema fidelidad a los preceptos modernos, permitió que aspectos importantes, como el climático, quedaran sin resolver.  El hecho de que  familia finalmente tuviera que dejar la casa llamada “Los Manolos”, significó toda una lección para Villanueva.  De aquí en adelante, el manejo de las condiciones del trópico será esencial en su trabajo.

El clima de Caracas aunque cálido por su latitud tropical, es muy estable. Su altura: 900 metros sobre el nivel del mar, modera el calor en el valle. Se puede decir que Caracas tiene un clima ideal. Las temperaturas varían muy poco a lo largo del año y con la adecuada ventilación, no es necesario cerrar los espacios para calentar o enfriar el ambiente. En consecuencia, los espacios no tienen que estar aislados del exterior. Esta premisa ofrece una mayor libertad al arquitecto: la barrera entre el exterior y el interior no es indispensable y acepta muchas interpretaciones. Un techo generoso, grandes aleros, serían elementos suficientes para resguardarse de las torrenciales lluvias y del sol tropical. Los cerramientos verticales podrán disponerse con soltura de acuerdo a las intenciones del arquitecto. En resumen, se abre la posibilidad de ofrecer espacios que vinculen el espacio interior y el exterior, que podemos llamar espacios intermedios. Por otra parte, la vegetación en el trópico, permite la constante presencia del verde a lo largo del año. Lo verde permanece aunque cada variedad tiene sus ciclos; mientras unos pierden las hojas, otros florecen y renuevan su verde, y otros dan frutos. La vegetación intensa bajo la luz sería para Villanueva un elemento más de la composición. Su admirado Roberto Burle Marx, paisajista brasileño, le ofreció toda una lección, y gracias a él Villanueva reconoció en estos materiales verdes un vigor y una fuerza desconocidos. Según Villanueva, Burle Marx fue el primero que intentó una integración de las artes y en sus composiciones paisajistas señaló un nuevo camino en el arte de hacer jardines. Este paisajista incluye en sus composiciones elementos arquitectónicos y plásticos con una estética de franca modernidad, que revolucionan y dejan en Caracas un legado, el Parque del Este de Caracas, que aún es un ejemplo para los arquitectos y paisajistas venezolanos.

La Ciudad  Universitaria se desarrolló en dos fases distintas. Una primera fase, que comenzó en 1944, que respondía a las nociones clásicas que caracterizaron las obras del primer Villanueva. El Hospital Clínico y los Institutos de Anatomía y Medicina Experimental pertenecen a esta etapa.

En los cincuenta, Villanueva sintió la necesidad de realizar cambios importantes en la obra. De alguna manera, vislumbró que era el momento de cambiar el rumbo. El desplazamiento de conceptos representó un cambio total, el nuevo plan maestro, contradecía los ejes de simetría planeados en la primera versión. Villanueva  propone, a manera de pausa con lo anterior, una breve y larga estructura, que cruza el eje de composición inicial. Este mínimo elemento, de sencilla estructura de concreto a la vista que alterna tramas de bloque calado con vacíos, separa y conecta la primera y segunda Ciudad Universitaria. Con la colocación de pizarrones en algunas paredes de este pasillo especialmente ancho, se propone un uso de aula informal para este espacio. El pasillo central,  como se le conoce, separa el mundo clásico del moderno.

En adelante toda la experiencia arquitectónica cambiará. El Conjunto Central, corazón de la ciudad universitaria, ocupará ahora el centro del proyecto, ubicándose Norte-Sur, perpendicularmente al eje anterior, rompiendo con las simetrías previas. El conjunto central está formado por el Edificio del Rectorado, que junto con otros edificios conforma la Plaza del Rectorado, espacio público de entrada. En sucesión hacia el interior, continúa la Plaza Cubierta, el Paraninfo, el Aula Magna y la Sala de Conciertos (con entrada propia hacia el Oeste) y el Edificio de la Biblioteca. El conjunto funciona como un todo unitario gracias al singular uso del espacio como vinculante de los elementos dispuestos de forma libre, cada uno de los cuales obedece a sus propias leyes, lo que genera sistemas estructurales distintos.

El techo de estos espacios, aunque fragmentado, garantiza la continuidad del conjunto, enlazando las distintas cubiertas mediante el uso de solapes sueltos. Este recurso, permitirá a Villanueva resolver los encuentros de las distintas tramas estructurales, cambiar de altura y articular los distintos edificios. En la plaza cubierta estos quiebres dejan hilos de luz, que complementan y atenúan la fuerza de la luz lateral. Los patios, la vegetación y las obras han sido cuidadosamente dispuestos, es el espacio social por excelencia de la universidad: la Plaza Cubierta.

Al referirse al Conjunto Central o corazón de ciudad universitaria Oscar Tenreiro, en su texto Los espacios públicos en Carlos Raúl Villanueva, afirma: “Aquí Villanueva asume dos tipos de riesgo: el de refutarse a sí mismo, al violar las pautas establecidas en su primer Plan, y el de explorar un modo de agrupación en el que las direcciones de las retículas estructurales, la sucesión de los espacios públicos y las conexiones entre los edificios, se aleja de toda referencia venida de la arquitectura internacional, se convierte en reflexión personal” (3).

Al recorrer la Ciudad Universitaria se puede apreciar la comprensión que tenía Villanueva de lo tropical, que se manifiesta con profusión en los espacios intermedios, espacios que se abren o se cierran con tramas de bloque huecos, a manera de celosías, según su lugar o la función. Villanueva comprende ahora lo ambiental a cabalidad y potencia su singularidad. En el continuo fluir de espacios abiertos, o semi-abiertos, cerrados por paredes caladas o verdes, cubiertos o parcialmente tamizados, las posibilidades del clima se convierten en tema, gracias al versátil manejo de Villanueva, su gramática distinta, moderna y tropical.

Los postulados más fuertes y más dogmáticos, que como primera fuente provenía del pensamiento de Le Corbusier, se matizan, se transforman y se particularizan en Villanueva, a medida que los nuevos ingredientes del lugar, entran a formar parte de una nueva originalidad. Él lo manifiesta de la siguiente manera: "Hay que admitir la universalidad de un hecho: no se construye nada a partir de la nada. Es obvio. Siempre se construye a partir de algo, de alguna tradición o de varias de ellas, aún si son contradictorias, aún si son recientes y precarias" (4).

Esta voluntad de sumar e integrar se hace evidente en un aspecto que tal vez sea el más conocido de la obra de Villanueva, la integración del arte a la arquitectura. Fue este aspecto el que motivó, sin lugar a dudas,  la declaración que convierte a la Ciudad Universitaria en patrimonio moderno de la humanidad. Su obra ha sido conocida como síntesis de las artes, aunque él prefería hablar de  integración. Síntesis para él era la obra de Antonio Gaudí: “La arquitectura de Gaudí es interna y externamente escultura y pintura”. Un solo creador, arquitecto, ingeniero, escultor y pintor, realizando una sola unidad.

En cambio Villanueva aspiraba a lograr, actuando desde la arquitectura, una integración con obras de otros artistas, que a su vez debían participar del propósito común; en sus palabras quería conseguir “la creación de un nuevo organismo arquitectónico-escultórico-pictórico, donde no se advierte la menor indecisión, donde no se nota ninguna grieta entre las distintas expresiones. Lo necesario de cada una de esas valoraciones plásticas debe ser irremediablemente evidente” (5).

Asimismo creía que las artes eran los grandes testimonios culturales de una época.  En la Ciudad Universitaria tiene la oportunidad de mostrar “el espíritu de su tiempo” y de allí que las obras fueran de artistas preferiblemente no figurativos. Invita a participar a grandes artistas plásticos formando una colección de arte única, permanente y abierta. “El ambiente natural de las obras de arte son plazas, los jardines, los edificios públicos, las fabricas, los aeropuertos: todos los lugares donde el hombre perciba al hombre como a un compañero, como a un asociado, como a  una mano que ayuda, como a una esperanza y no como la flor marchita del aislamiento y de la indiferencia...” (6). La Ciudad Universitaria es a su vez la obra de arte Villanueva. Esta voluntad de integración de arte y arquitectura en el espacio público marcó la diferencia.

La fluidez espacial y la libertad del espacio en la Plaza Cubierta pueden hacer creer al paseante desprevenido en una suerte  de azar. Nada más lejos del azar en esta propuesta: una indagación mínima de la planta del conjunto central permite verificar la precisión de cada una de estas islas de luz, para emplazar una obra de arte, la fina manera de  articular los distintos elementos del conjunto y definir los recorridos. Paulina Villanueva los reseña como movimientos, donde se vislumbra un Villanueva con una idea musical, que teje e hila notas en una secuencia, y que en su arquitectura son espacios, obras de arte, vegetación y luz. En esta arquitectura, la luz y la sombra, juegan un papel fundamental y encuentran su mayor nitidez en la Plaza Cubierta, donde el recorrido alcanza su máxima frescura gracias al suave ir y venir de corrientes de aire que se producen en este mágico espacio. Destaca la presencia del color de los murales, obras maestras de Ferdinand Leger, Víctor Vasarely y el venezolano Pascual Navarro ubicados con su aire propio en sus islas de luz y fuerte vegetación. La precisa ubicación de Amphion de Henri Laurens, recibe a los caminantes entre plataformas en el acceso Este y El pastor de nubes de Jean Arp, que ocupa un espacio de honor en la antesala del Aula Magna.

Todo se encuentra fijado de una forma que parece natural, y realizado sin esfuerzo, pero que, no obstante, responde a un cuidadoso proceso reflexivo y de comunión con los artistas, que sólo se detendría al encontrar el espacio preciso para cada obra y la obra precisa para cada espacio. La Plaza Cubierta es antesala, lugar de encuentro y museo abierto que en un único acorde alcanza su mayor virtuosismo. Se siente una misteriosa levedad en el aire y una certeza. Es tal vez aquí donde el caminante habitual, el distraído o el entendido, se percata y comprende.  Es como dice Sybil Moholy-Nagy, cuando nos relata que Villanueva fue requerido en muchas ocasiones a hablar de esta integración: “su visión no puede ser explicada en teoría. Corresponde a un proceso interior de selección intuitiva que supo percibir cada escultura rodeada de su espacio arquitectónico y cada una de sus creaciones espaciales enaltecida y definida por una obra de arte. La intuición perceptiva convence por los sentidos o no convence de manera alguna” (7), por lo que no requiere de más explicaciones. La Plaza Cubierta es el hito de lo abierto, su interior guarda un tesoro de colores, el Aula Magna, radiante, techada por nubes, iluminada gracias por el genio de Calder en el más afortunado encuentro. Los platillos voladores como los llamó Calder coronan el espacio más emotivo de la universidad. Aún cuando platillos voladores resulta un nombre muy apropiado para esta obra, la gente de la universidad ha preferido llamarlas las nubes de Calder.

La participación de Calder en el Aula Magna fue una experiencia única, para Villanueva, y para los que participaron en la obra, y en adelante para todos los que desde entonces hemos admirado esta irrepetible comunión. También para el artista fue motivo de satisfacción; “es este el mejor momento de mi arte”, afirmó Calder.

La Biblioteca Central con la presencia del soberbio vitral de Ferdinand Lèger, es otra de esas magníficas coincidencias de la ciudad universitaria. El vitral de dos alturas cierra un espacio relativamente pequeño, que antecede a las salas de lectura. Es precisamente esa disparidad, entre el tamaño de obra y espacio, lo que genera la leve tensión y mutua dependencia que se percibe entre obra y espacio.

La vocación de integrar arte y arquitectura, que hemos descrito,  seguiría presente durante la ejecución de los edificios siguientes. En cada pasillo, auditorio, cafetín, biblioteca, o encuentro de caminos, Villanueva tiene la oportunidad de experimentar. Así se suceden entradas de luz, paredes tramadas, jardines, patios interiores. Los edificios altos, serán la ocasión para desarrollar parasoles para la  protección de sus fachadas. Los auditorios y bibliotecas, y, en el caso de la Facultad de Arquitectura, la Sala de Exposiciones, son parte de los múltiples ejemplos de esta particular modernidad que a cada paso sorprende. Sus propuestas de aulas abiertas al exterior, que se continuaban en el jardín hacen creer que no hay barreras. Aún se puede observar grupos tumbados en los jardines y en la Plaza Cubierta. Esta noción de libertad, que se respira cuando transitas por las calles y plazas techadas, resulta de darle el máximo aprovechamiento a la libertad que este clima ofrece.

Dentro del mundo de la arquitectura venezolana, la figura de Carlos Raúl Villanueva es sin duda la primera referencia. Tiene  Villanueva el mérito de situar en Venezuela una de las experiencias más importantes de la  modernidad. Su obra es extensa; existen 135 obras catalogadas. Asimismo tuvo una intensa vida como docente.

Hablar de tradición en la arquitectura de Venezuela sin hablar de Villanueva sería difícil, si existe hoy una tradición es la que él nos ha legado. La existencia de la Ciudad Universitaria en nuestra ciudad es toda una lección, no sólo por su calidad sino también  por el coraje que requirió seguir adelante en esas condiciones. Porque Villanueva debió enfrentar además de las dificultades de la construcción, los problemas y las tensiones derivados de que su cliente fuera el gobierno militar. Igualmente tuvo que sobreponerse a las críticas de sus colegas y de algunos artistas venezolanos que se negaron a colaborar  en el proyecto por razones políticas. Villanueva perseveró y se mantuvo firme frente a las adversidades. Estaba seguro de que este proyecto bien lo merecía y gracias a la actitud adoptada frente a una situación ideológicamente condenable, las generaciones siguientes hemos heredado el conjunto urbano más importante de Caracas.

En los ámbitos universitarios, especialmente en la Facultad de Arquitectura se tenía gran preocupación  por la escasa difusión de esta obra y del resto de la obra de Villanueva. La reciente declaratoria de la Ciudad Universitaria como patrimonio de la humanidad ha generado un nuevo interés por la ciudad universitaria y por Villanueva. Actualmente se están gestionando ayudas para garantizar su conservación. Por otra parte, la situación de desconocimiento comienza a cambiar; por ejemplo aquí en España, se publicó recientemente el libro de Paulina, hija de Villanueva. Este libro, que coincide  con la  celebración del centenario del nacimiento del arquitecto, es el primero de la serie "Maestros Latinoamericanos de la Arquitectura" de Tanais Arquitectura, asociado con varias editoriales. Asimismo ese mismo año, el 2000, se realizaron exposiciones y conferencias en Londres, Boston, Venecia y Sao Paulo.

Villanueva redacta su arquitectura con insumos variados, unos y otros van calzando hasta que se manifiestan en esta estruendosa afirmación, donde ni falta ni sobra nada. La forma singular, como ensambla las “piezas”, o elementos arquitectónicos de elaborada singularidad, conformando un conjunto. La manera como resuelve los encuentros entre elementos distintos, sin comprometer  su estructura particular. El uso del concreto armado en contraste con un uso intensivo del color. La presencia continua del arte. La utilización de las tramas, quiebra-soles para tamizar la luz y permitir la ventilación. La fluidez de recorrido a través de las plantas bajas enlazadas por los pasillos cubiertos, y la fuerte presencia de la vegetación convierten la visita en experiencia múltiple. En pocas palabras, se puede afirmar que la obra de Villanueva aporta suficientes elementos a la arquitectura venezolana, como para asegurar que su obra cambió la tradición arquitectónica del país. En la Ciudad Universitaria, Villanueva deja constancia de una modernidad singular, como decía Sybil Moholy-Nagy, una variante, de la arquitectura moderna, en este caso tropical.

Si de algo podemos estar seguros es que la arquitectura de calidad eventualmente terminará por conquistar su lugar en la  historia. Cerca o lejos de los críticos y los medios, en el centro o en la  periferia, de alguna manera se abrirá paso y trascenderá las fronteras circunstanciales,  y se convertirá en  universal.

Cada día nuevos estudiantes recorren esta universidad. Cada año ingresan a la Facultad de arquitectura, con una vocación mas o menos definida, un nuevo grupo de estudiantes. Aquí comienza su experiencia académica, el estudiante vive estos espacios con mayor o menor intensidad, percibe y aprende, aprende en la experiencia de cada día. Aún sin tenerlo demasiado claro este habitar la universidad se transforma en la mejor enseñanza.

Los que no tuvimos la suerte de ser sus estudiantes presenciales, sabemos que todos los que allí hemos estudiado, fuimos y somos sus alumnos, y junto a nuestro título de arquitectos, allí bajo las nubes de Calder, recibimos también una consigna. Una manera de ver la arquitectura.

notas

1
VILLANUEVA, Carlos Raul. Textos escogidos. Caracas, FAU, UCV, 1980, p. 2.

2
MOHOLY NAGY, Sibyl. Carlos Raúl Villanueva y la arquitectura en Venezuela. Caracas, Ediciones Lectura, 1964, p. 2.

3
TENREIRO, Oscar. Los espacios públicos en la arquitectura de Carlos Raúl Villanueva (texto de conferencia). Santander, España.1999, p. 5.

4
VILLANUEVA, Carlos Raul. Op. cit., p. 6.

5
VILLANUEVA, Carlos Raul. Op. cit., p. 6.

6
VILLANUEVA, Carlos Raul. Op. cit., p. 6.

7
MOHOLY NAGY, Op. cit., p. 7.

bibliografía

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CURTIS, William. Modern architecture since 1900. New Jersey, Prenctice- Hall inc, 1995.

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FRAMPTON, Kenneth. Historia crítica de la arquitectura moderna. Barcelona, Gustavo Gili, 1993.

GASPARINI, M.; POSANI, J. P. E. Larrañaga- M. Arroyo. Obras de arte de la Ciudad Universitaria de Caracas. Caracas, Monte Avila, Conac, 1991.

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VILLANUEVA, Paulina. Carlos Raúl Villanueva. Serie Maestros Latinoamericanos de la Arquitectura, Tanais Ediciones, España, 2000. Birkhäuser Verlag, Logos Art, Pricenton Architectural Press.

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SMITHSON, Alison and Peter. The heroic period of modern architecture. New York, Rizzoli, 1981.

TENREIRO, Oscar. El Villanueva nuestro. Revista Imagen, Caracas, n. 100-47, Conac, 1988sobre el autorIsabel Sánchez Silva, arquitecto con Maestría del Royal College of Art (Reino Unido), actualmente profesor investigador del Instituto de Urbanismo, Facultad de Arquitectura, Universidad Central de Venezuela

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